No podemos crecer sin la verdad

Ap Julio Palomo
7 minutos

Exponerse a la verdad de Cristo

Como hijos de Dios necesitamos oír la verdad y hacerla vida en nosotros. Hoy, profetizamos que la libertad, la bendición, la ruptura de fortalezas mentales se hace manifiesta a causa de la verdad que será enraizada en nuestros corazones. La Biblia dice:

El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.

Proverbios 28:13

La importancia de ser personas honestas que no encubren el mal es tal, que puede quitarnos del propósito que Dios ha preparado para nosotros. Cuando dice “no prosperará”, habla de todo tipo de prosperidad: espiritual, emocional, afectiva, física, mental, económica, laboral, etc. Todo aquel que no es capaz de confesar su pecado, carece de prosperidad en todas estas áreas. Anteriormente ya hemos realizado un estudio referente a la importancia de la verdad de Dios, puedes leerlo en el siguiente enlace.

Un ejemplo claro de esto es lo que ocurrió con Adán y Eva, ya que no fueron capaces de confesar su pecado. Leamos una porción de la Palabra del Señor:

Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol del que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí.

Génesis 3:8-13

Todos conocemos la historia que acabamos de apreciar, pero nos enfocaremos en una revelación muy hermosa que Dios nos quiere entregar para que salgamos del error. Leemos en la Palabra, que en ningún momento Adán y Eva se arrepintieron para decir a Jehová “te pedimos perdón por lo que hicimos”. En ningún momento confesaron su error, sino que su estrategia fue esconderse de su presencia santa. Hoy en día, Satanás está haciendo congregarse a las personas y asistir a la iglesia con regularidad, pero escondiéndose en la falsedad de sus rostros, escondiendo que se han apartado de su Dios.

Adán y su esposa taparon lo que hicieron, e intentaron disfrazar su error. No supieron reconocer delante del Señor que habían cometido el peor error de sus vidas. ¿No nos ha pasado esto, de que en vez de enfrentar las situaciones difíciles terminamos apartándonos de nuestros seres queridos y escondiéndonos en las distracciones? Esta es la acción que nos enseñó Adán en el huerto al momento de haber pecado.
La vergüenza de nuestras faltas no se quitará hasta que el Señor nos vuelva a vestir, tal como lo hizo con Adán.

Dios nos está dando la oportunidad de confesar lo que estamos haciendo y saquemos a la luz todo lo malo que hay en lo oculto. Lo cierto es que hoy todos podemos caer y fallar, de hecho podemos afirmar que “errar es humano”.

El problema es que al momento de fallar nos escondemos y no enfrentamos la situación, lo cual representa totalmente el plan satánico que nos aparta de nuestro Creador. La higuera no estaba diseñada para cubrir la desnudez del hombre, pues más adelante Jesús la usa como ejemplo de algo infértil que trae maldición, debido a que no dio el fruto que tenía que dar:

Por la mañana, cuando volvía a la ciudad, Jesús sintió hambre. Vio una higuera junto al camino y se acercó a ella, pero no encontró más que hojas. Entonces le dijo a la higuera: ¡Nunca más vuelvas a dar fruto! Y al instante la higuera se secó.

Mateo 21:18-19 (DHH)

¿Cuántos de nosotros no hemos dado el fruto que debemos dar, por estar ocultos en la oscuridad de nuestro pecado? El diseño del Señor no es ponerle hojas de higueras a nadie, pues la higuera no dio su fruto. ¿Qué ropa nos hemos puesto? ¿Cuál es la actuación que estamos mostrando a la gente que nos rodea para tapar nuestro pecado? Hay áreas de nuestra vida que nos están diciendo a gritos que nos arrepintamos de nuestros pecados ocultos.

No es normal que digamos que “me quiero morir, no quiero vivir”. No es normal que enunciemos estas palabras, siendo que en el fondo nos atemoriza que algún día vamos a morir. Estas son palabras que utilizamos para esconder lo que hay en nuestros corazones. No podemos vivir siempre pensando que no habrá consecuencias a nuestras acciones.

El paraíso que Dios preparó para Adán y Eva fue totalmente estropeado por el pecado, así como en nuestros días perdemos las bendiciones que están preparadas para nosotros. Lo más triste, y grave por cierto, no es que el hombre haya culpado a su mujer. Lo leemos en el verso 12:

Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.

Génesis 3:12

Ciertamente, no fue correcto que se culparan el uno al otro, sino que Adán, el primer responsable, no fue capaz de reconocer que había pecado ni de arrepentirse, de lo contrario, seguramente hubiera llevado a su mujer al arrepentimiento con él. Lo grave no es que los esposos culpen a sus mujeres, ni viceversa, si lo deben cambiar, sin embargo, lo grave es que ninguno de los dos reconoce que han cometido un error ni se arrepienten delante del Señor. 

El problema no es quién tiene la culpa, sino que no hay responsabilidad para reconocer lo que hicieron. Como no se arrepintió Adán ni fue capaz de reconocer su error, su esposa lo siguió al escondite para encubrirse con hojas de higuera. Qué gran responsabilidad tenemos cada uno de nosotros en nuestros hogares, pues podemos ser el mal ejemplo que lleve a la perdición a su familia. Continuemos con la enseñanza.

Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?

Génesis 3:8-9

Adán siempre buscó a Dios antes de pecar. Había una relación pura y continua entre el hombre y su Creador, que se enriquecía con momentos de comunión en el huerto. Sin embargo, cuando Adán se esconde, dejó de buscar a Dios inmediatamente, sino que ahora fue Dios buscando al hombre. El pecado hizo que la creación se alejara del Creador, e hizo que la distancia entre ambos se hiciera cada vez mayor. 

Nuestra relación con el Señor se ha quebrado al momento de pecar, siempre estaremos separados de Él, hasta que Él comience a buscarnos. No obstante, somos nosotros los que deberíamos buscarle, sin escondernos. Algunos se esconden en algo que no son, despreciando el sacrificio que Jesús hizo para poder acercarnos al Padre celestial.
También vemos la maldición sobre la serpiente:

Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.

Génesis 3:14

En este caso, la serpiente no tiene ningún problema en haber sido maldecida, pues cumplió con su objetivo. Quizás hay demonios que se entrometido en nuestras familias, han causado estrago y quebrado relaciones, pero aunque esos demonios salgan arrastrándose de nuestros hogares, lamentablemente ya cumplieron con su objetivo. Hoy, nuestro Señor Jesús nos quita esta vestidura perecible, pues Él nos creó con otro objetivo.

Cuando a la serpiente se le maldice, no se preocupa, pues su objetivo se cumple en el siguiente verso:

A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.

Génesis 3:16-19

En este punto de la historia, la serpiente estaba más que satisfecha de su trabajo, pues aunque fue maldecida, logró que la mujer y el hombre también fueran maldecidos juntamente con ella. Nuestro estado actual, bajo el yugo de las maldiciones, no es el estado que Dios quiere para nosotros. No podemos seguir escondiéndonos de la presencia del Señor.

En este horrible panorama de maldiciones sobre el hombre, hay algo que nos afecta incluso más. Las tinieblas se encargan de separarnos de Dios y apartarnos de nuestro propósito, e incluso hacen que la maldición sobre nosotros pase también a nuestros hijos y generaciones. Leamos la Palabra de Dios en el capítulo cuatro de Génesis:

Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.

Génesis 4:8

Con esto, podemos constatar lo terrible que es vivir de las apariencias, llevando una trayectoria apartada del Señor. La maldición pasó de Adán hacia sus hijos. La Biblia dice:

Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.

Génesis 3:17

La maldición de Adán fue traspasada a Caín. Algunos podrían decir que Caín mató a su hermano por envidia o cualquier motivo, pero acabamos de leer que la tierra fue maldita a causa de Adán, que nunca mostró un arrepentimiento genuino, provocando la muerte en sus generaciones.

Para Adán, fue más fácil ocultar su pecado que confesarlo. Primero, se escondió de Dios, luego se escondió de su esposa, y finalmente se escondió de sus hijos, pues no fue capaz de decirles cuál fue la maldición que había sobre él. ¿Por qué no le dijo a sus hijos que no debían dar ofrenda de la tierra, porque había sido maldita a causa de su pecado? Fue más fácil callar la palabra de Dios sobre él que confesar su condición, trayendo muerte a su hogar.

Ahora, es tiempo de decirle a Dios que nos arrepentimos del pecado que hemos cometido, y salir de nuestro escondite. Abandonemos nuestras conductas ocultas para que el Señor redima nuestra vida.

Si Adán hubiera sacado todo lo oculto que había en su corazón, la historia pudo haber sido muy distinta. Su esposa hubiera corrido a arrepentirse de su error y sus hijos no hubieran caído en la maldición que cayó sobre él. Necesitamos ayuda para salir de donde estamos, para que el Señor haga un milagro creativo, abriendo puertas y quitando maldiciones, siempre y cuando dejemos de escondernos.

 
El que oculta sus pecados no prosperará. ¿Queremos prosperar en todas las áreas? ¿Queremos dar fruto? ¿Queremos quitar la maldición que el pecado trajo consigo hacia nuestras vidas? ¿Anhelamos unir a nuestras familias una vez más como al inicio? ¿Queremos que la maldición no alcance a nuestras generaciones? Es momento de entregar todo lo oculto que hay en nuestro corazón.

Adán y Eva desobedecen a Dios | Lecciones de la Biblia para niños

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La responsabilidad de sostener la verdad de Cristo.

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